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martes, 22 de junio de 2021

La ansiedad ataca cuando crees que tienes que resolver todo al mismo tiempo. Relájate, respira, eres fuerte y vas a poder con todo en el tiempo adecuado

El otro día leí, realmente no se en dónde, que a la bondad se le pide perfección. En tanto que a la maldad, las imperfecciones se vuelven más tolerables. Algo así como permitidos permanentes que el mal intencionado tiene, porque se comprende que son parte de su forma de actuar.

Leído de un tirón, parece un disparate.
Una contradicción existencial.
Pero en la cancha, la realidad es tal cual lo describen las palabras que acabo de tipear.
Cuando uno pisa en falso, o se le sale la cadena que tenía bien enlazada a la rueda de su propia conducta, de repente todo resulta cuestionable. En vez de ver una mano que levanta, uno lo que levanta son los propios ojos y empieza a ver dedos que señalan y muestran la falta como si fuera tatuaje en el medio de la cara imposible de remediar.
La gente piola, la que no busca conflictos, la que no violenta ni se come las heridas ajenas, merece caramelos. Premios.
Abrazos.
Aplausos.
Una mano que levante y una palabra que contenga cuando de repente se tomó el atrevimiento de explotar, cuando el cansancio de la humanidad gotea de forma constante.
La buena madera tiene imperfecciones. Es buena. Si. Pero es madera.
Y como buena madera se puede romper. Se puede rayar.
Se puede quebrar.
¿Por qué?
Porque está en su naturaleza.
Y si esa madera resulta inmaculada, inquebrantable y simula perfección: desconfía.
Porque será cualquier cosa menos madera.

Sería lindo cambiar el peso de las costumbres y apoyar la balanza hacia el otro lado.

No tolerar actos jodidos porque la gente es jodida.
Y aguantar con todo el amor del mundo actos jodidos, en gente de buena madera, que un santo día, no pudo más.