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domingo, 4 de mayo de 2014


Te propongo deambular juntos en mitad de la noche. Caminar despacio, sin hablarnos demasiado. Te propongo fumar en la vereda, olvidarnos del resto, cogernos los prejuicios sobre el otro. Te propongo un café por la mañana, dos besos después, que me despeines y sonrojes también. Darnos la oportunidad de extrañarnos, y odiarnos cuando es necesario. Te propongo el silencio de mis piernas mientras que la risa de tus manos intentan despertarlas. Te propongo una estadía en mis caderas de tiempo ilimitado, bailar en la cocina, perder el tiempo riéndonos, escuchar algún que otro tema que nos guste y mirarnos un rato.

Te propongo matarnos con balas de algodón. No lastimarnos con palabras. No conocernos demasiado. Te propongo creer en mi, en este sudor frío de mis manos. Te propongo evitar las promesas, quitarnos la ropa, que tu lengua baile sobre mi cintura y tu espalda sostenga mi miedo a enamorarme, y por fin, así, quedarnos sin ganas. Te propongo que un abrazo nos cierre los ojos, porque no existe otra manera en la que pueda dejar de mirarte. Que escapemos de la monotonía de vez en cuando. Ser el mejor error de nuestras vidas. Y querer cometernos sin culpa. 

Te propongo un vacío capaz de llenarlo juntos. Una sonrisa sin homilía. Algo simple, te propongo un sitio (cerca de mi boca) que nadie a ocupado aun, que conozcas mis letras, que seas parte de ellas, que espiemos a la lluvia golpear mi ventana mientras juegas con mi gato. Que tu llanto por separarte de mi sea más intenso que cualquiera de mis orgasmos. Que admires mi capacidad de asombro por cada cosa nueva que conozco. Que la pasión no peregrine lejos de casa. 

Y te propongo un yogurt a las 4 de la tarde en pleno noviembre y entender que eso era todo de lo que hablaba la gente cuando decía enamorarse sin siquiera entender por qué a tu lado era tan sencillo volar.