Un poderoso hechicero, queriendo destruir un reino, colocó una poción mágica en un pozo del que todos sus habitantes bebían. Quien tomase aquella agua, se volvería loco. A la mañana siguiente, toda la población bebió & todos enloquecieron, menos el rey, que tenía un pozo para él & su familia, donde el hechicero no había conseguido entrar. El monarca, preocupado, intentó controlar a la población ordenando una serie de medidas de seguridad & de salud pública, pero los policías e inspectores habían bebido el agua envenenada, & juzgando absurdas las disposiciones reales, decidieron no respetarlas de manera alguna. Cuando los habitantes de aquel reino se enteraron del contenido de los decretos, quedaron convencidos de que el soberano había enloquecido & por eso disponía cosas sin sentido. A gritos fueron hasta el castillo exigiendo que renunciase. Desesperado, El rey se declaró dispuesto a dejar el trono, pero la reina lo impidió diciendo: Vayamos ahora hasta la fuente & bebamos también. Así nos volvemos igual a ellos. Y así se hizo: el rey & la reina bebieron el agua de la locura & empezaron inmediatamente a decir cosas sin sentido. Al momento sus súbditos se arrepintieron: ahora que el rey estaba mostrando tanta sabíduria, ¿por qué no dejarle gobernar? El país continuó en calma, aunque sus habitantes se comportasen de manera muy diferente a sus vecinos. Y el rey pudo gobernar hasta el fin de sus días...
Veronika se rió.
-Tú no pareces loca –dijo Zedka.
-Pero lo soy, aunque esté siendo curada, porque mi caso es simple: basta recolocar en el organismo una determinada sustancia química. Sin embargo, espero que esa sustancia se limite tan sólo a resolver mi problema de depresión crónica; quiero continuar loca viviendo mi vida de la manera que yo sueño & no de la manera en que otros desean.
- ¿Sabes lo qué hay allá afuera? - preguntó Zedka.
- Gente que bebió del mismo pozo - respondió Veronika.
-Exacto... creen que son normales porque todos hacen lo mismo -