Mucho tiempo sentí la necesidad de explicarme, de definirme. Inventé argumentos para las frases: “No te entiendo” “Eres rara” “¿De qué estás hablando? “ Entonces en automático sacaba de una chistera palabras y más palabras. “Es que tengo alergias” “Padezco de ansiedad” “no tengo carácter fácil”. ¿Por qué debía explicarme? ¿Por qué quería darme a entender? Hoy no quiero explicar nada, hoy no tengo ganas de sacarme las entrañas para que todos lo vean. Me niego a tener respuesta a todo, las palabras exactas, las miradas corteses. Al final de cuentas, todos terminan entendiendo lo que quieran. No me quiero explicar, no me da la gana convencer o adornar. Total, todos los días soy distinta. El amar, el gustar, el querer no necesitan explicación, la felicidad es la respuesta y no un porqué. Hoy no me quiero explicar, no me quiero entender, que para vivir se necesitan menos preguntas y más ganas de hacerlo. No expliquemos nada, vivamos a nuestro ritmo, en nuestro espacio, en nuestro tiempo.