El amor es una enfermedad de
las más jodidas y contagiosas. A
los enfermos, cualquiera nos
reconoce. Hondas ojeras delatan
que jamás dormimos,
despabilados noche tras noche
por los abrazos, o por la ausencia
de los abrazos, y padecemos
fiebres devastadoras y sentimos
una irresistible necesidad de
decir estupideces.